En muchas ocasiones, gracias al Sistema de Procesamiento de la Información con el que todos contamos, somos capaces de superar el impacto emocional de experiencias graves y peligrosas. Sin embargo, si la intensidad emocional con la que vivimos esa experiencia es demasiado elevada o nos enfrentamos a situaciones difíciles de manera mantenida a lo largo del tiempo, nuestra capacidad para procesar e integrar adecuadamente estos acontecimientos se ve sobrepasada.
En estos casos, pueden aparecer síntomas como ansiedad, insomnio, pesadillas relacionadas con el acontecimiento traumático, bloqueo emocional, estado permanente de alerta, irritabilidad, evitación de lugares o personas relacionadas con la experiencia e incluso se pueden llegar a desarrollar trastornos alimentarios, del sueño, depresivos o de ansiedad, etc.